
Es una sensación imposible de escribir, pues está a caballo entre una profunda sensación de alegría y una intensísima necesidad de intimismo e introspección, hay algo en Eunate que invita al recogimiento y a la paz.
Allí se puede pensar sin que tus pensamientos se atropellen entre sí. Se puede meditar.
Esa sensación se acentúa cuando accedes al interior, a pesar de su espartana arquitectura románica, se puede sentir una curiosa sensación “de estar en casa”.
Supongo que todo éste cúmulo de sentimientos dependerá de la persona que los viva, pues es cierto que algunos seres humanos son más sensitivos que otros, pero hay una cosa segura: nadie queda impasible en Santa María de Eunate.
Su curiosa forma arquitectónica, en octógono, tan clásica de las construcciones templarias (tanto religiosas, como civiles, y militares), ayuda a encontrar en sus ángulos el conocimiento sobre esa manera que tenían “ellos” de unir la ciencia con el espíritu. Cosmos y Alma humana inseparablemente unidos.
Su galería exterior, también octogonal, invita a caminar alrededor de la capilla central y tiene toda la intención de ser un deambulatorio para el rezo y la meditación mística…o para tratar asuntos importantes lejos de oídos indiscretos.
Eunate significa “Las cien puertas”, y francamente, yo no creo que sea una mera casualidad que lleve ese nombre, pero… ¿cien puertas hacia dentro de qué?. Cuando estés allí quizás sientas la necesidad de parar durante unas horas y buscar una respuesta en tu interior.
Para el peregrino es, a la vez, una tentación y un pequeño sacrificio acercarse hasta allí (pues hoy en día Eunate esta retirada unos kilómetros del trazado oficial del Camino), al llegar a Muruzabal encuentras una placa con el desvío y la tentación de acercarte.
Si tus pies no te suplican piedad, y si tienes un espíritu inquieto por sentir “cosas”, y quieres (quizás por primera vez en tu vida), notar como la tierra está muy viva bajo tus pies…
Camina hasta Eunate. Y abre los ojos del espíritu.
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